La ciudad de Jerez tiene impregnada por cada rincón de sus calles, restaurantes, bares, festejos y arte el nombre de los Domecq, lo que demuestra que sería imposible, que pudiera existir, tal y como la conocemos sin tan insigne apellido.

Los Domecq han elaborado vinos, domado caballos e incluso dirigido los designios políticos de la ciudad desde tiempo casi inmemorial y han aportado muchísimo para que Jerez tenga el merecido reconocimiento mundial, como una urbe grande en vinos entre otras cosas.

En 1999 Álvaro Domecq Romero adquiere la antigua bodega Pilar Aranda con el propósito de constituir una compañía, que mantuviera como estrategia la elaboración de grandes vinos de Jerez, como no podía ser de otra manera.

Fino La Janda, manzanilla La Jaca, pale Aranda cream, oloroso Alonrejo y diversos brandys y vinagre eclosionan del fondo de las botas de roble americano, que se utilizan para la crianza del mosto por el sistema tradicional de soleras y criaderas para dar respuesta a los aficionados más exigentes de los vinos jerezanos.

Estas verdaderas joyas enológicas descansan en botas ordenadas según sus distintos grados de vejez, siendo las más cercanas al suelo la solera y asi subiendo en hilera de tres o cuatro alturas.

El proyecto estaba definido. El producto con su seña de identidad elaborada. Ahora, faltaba la proyección internacional y su asentamiento nacional, así que ocho años más tarde. En el 2008 entra a formar del accionariado la Corporación Inveravante, presidida por Manuel Jove. Andalucia aportaba el producto y Galicia la política empresarial y comercial. Un matrimonio bien avenido, que ha servido para posicionar todos estos grandes vinos en el lugar que se merecen. El olimpo de las grandes elaboraciones.

Domecq es un apellido, que nunca llega a su fin. Se reinventa y seguro, que habrá otros proyectos y siempre Jerez como punto de partida.

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