La misma variedad de uva, la misma indicación geográfica, casi un mismo terruño, la misma tecnología. Entonces, ¿Qué hace que un vino elaborado en una bodega sea tan diferente?. No es tampoco la edad del viñedo. Es sencillamente el “alma”.
El alma es la conjunción de los tiempos en cada proceso de elaboración con la intensidad y el cariño del bodeguero y su equipo. Tal vez esta sea la ecuación, que ha resuelto la familia López Cristobal a la perfección después de que allá por los años treinta del siglo pasado el ganadero santanderino Santiago López se traslada a Roa (Burgos) y reconstruye su negocio como preámbulo de sus vinos.
Posteriormente, y después de años vendiendo las uvas del viñedo heredado y por un incidente de pagos de otra bodega, Santiago hijo decide cambiar el negocio familiar y en donde había vacas aparece la incipiente transformación de una bodega con alma.
El nombre López Cristóbal. El primero por parte paterna y el segundo por parte de su esposa Lola Cristóbal.
Nos encontramos hoy con la tercera generación Galo, que con su padre Santiago elaboran cinco increíbles vinos de la D.O. Ribera Duero. López Cristóbal roble, crianza, reserva, selección especial y Bagús. Todos ellos magníficas elaboraciones y grande entre los grandes dentro de cada segmento, que nacen de las 50 hectáreas de viñedo propio y que en época de vendimia se trasladan a bodega en cajas de 17 kilos iniciando tras un proceso en mesa de selección de aquellos racimos aptos un proceso, que continúa en unos depósitos troncocónicos, que facilitan el remontado y romper el sombrero de una manera poco agresiva para finalmente seguir su maduración en las casi 600 barricas capaces de producir 250.000 botellas cada añada.