Ser una bodega clásica no implica necesariamente hacer un vino antiguo. Bodegas Riojanas nos ilustra cómo un proyecto familiar de tantos años siempre ha apostado por culminarlo con la elaboración de vinos referentes y de calidad de La Rioja. La familia Artacho, principales precursores en todos estos años, ha utilizado una gran parte de los fondos propios para ampliar y mejorar no solo las instalaciones, sino también las técnicas de elaboración, así como aplicar los avances más modernos en cuanto al cultivo del viñedo y respeto medioambiental. Más de 10 ampliaciones de la bodega a lo largo de estos años es un fiel testimonio de la búsqueda de grandes vinos.
Todo empieza cuando la familia Artacho junto a Rafael Contreras funda en 1890 esta bodega, una de las pioneras en La Rioja.
Tan solo 8 años después la plaga de la filoxera supuso un descalabro económico en pleno proceso de expansión, que obligó replantearse muchas cosas, además de un retraso de algunas décadas para su total recuperación.
El trabajo de esta familia permitió abordar la primera ampliación de la bodega nada más terminar la Guerra Civil española y el comienzo de la II Guerra Mundial. Una arriesgada apuesta que continúa en 1950 cuando se acomete la segunda gran ampliación y se constituye como sociedad anónima.
Con un planteamiento que circunstancialmente supone ampliaciones de las instalaciones casi cada 10 años llegamos a 1997, cuando la familia Artacho aparta una serie de acciones para su cotización en bolsa. Ahora, con más de 125 años de existencia, tiene tres marcas punteras como son Monte Real, Viña Albina y Puerta Vieja. Todas ellas con varias referencias y añadas, así como 300 hectáreas de viñedos controlados, Bodegas Riojanas se encuentra en el olimpo de las grandes bodegas europeas.
R.G.Q.