Empezamos con Granbazán D. Álvaro de Bazán 2015, D.O. Rías Baixas. Nos acompañó en esta ocasión con un plato de sushi, Humus, embutidos malagueños y queso manchego semicurado.
Ya les adelanto, que la armonía de los platos con este vino fue correctísima. Estábamos todos de acuerdo, que el albariño con la cocina japo se lleva muy bien. Incluso el Humus sirio, por mucho que los musulmanes no consuman vino, su cocina también armoniza muy bien con este tipo de vino.
Para los amigos expertos, Granbazán D. Álvaro de Bazán 2015 presentaba en nariz cierta cremosidad acentuada por su elaboración sobre lías, complejidad, ciertos recuerdos salinos y cremosidad.
Para nuestros amigos “no expertos” la fruta se encontraba muy presenta en el olfato.
Para los aficionados efectivamente en boca era untuoso, largo, con un punto de acidez típico de la variedad muy elegante y ciertos matices florales; para los “no expertos” Granbazán D. Álvaro de Bazán 2015 resultó ni dulce, ni seco.
Mi conclusión escuchando ambas propuestas es muy claro: el trabajo sobre sus lías en bodega ha sido determinante para que afloraran ciertos matices florales y glicéricos de la variedad. Efectivamente estamos ante un vino elegante, redondo, equilibrado con unas espectativas de envejecimiento sobresaliente. Desgraciadamente las dos botellas que disponía se terminaron y no podré ver su evolución en un futuro.
Del blanco albariño, nos trasladamos al tinto merlot de la D.O. Somontano.
Ya les adelanto, que desde que disfruté de la añada 2001 de Enate Merlot-Merlot. Año tras año y analizando mis fichas de cata, todas las añadas hasta esta del 2013, siempre me ha parecido un vino excepcional. Su brillantez, solidez y personalidad se han mantenido a lo largo de todos estos años. Al menos eso es lo que refleja mis anotaciones de cata.
Enate Merlot-Merlot 2013 se sitúa en la franja de los 17 euros en tiendas especializadas. Para nuestra cata con mi grupito de expertos y aficionados lo armonizamos con unas costillas a la miel y posteriormente un entrecot a la plancha, además de una raglette de queso suizo.
En boca resultó carnoso, con una acidez pulida, frutal (mora en almíbar) y taninos dulces. Para los “no expertos”, si bien es cierto que no es tan “dulce”, si les ha parecido, que “no raspaba tanto”.
Efectivamente, su crianza de 14 meses en barrica y sobre todo esa fermentación maloláctica de segunda época, pues creemos que se realiza en primavera hacen que el vino tenga una acidez menos acusada, de ahí que sobresalga más la fruta reflejada en las apreciaciones de mis compañeros. Una técnica, la maloláctica en barrica, muy importante para la elaboración de grandes vinos y sin duda alguna Enate Merlot-Merlot 2013 es un VINAZO.
Un encuentro con dos vinos diametralmente opuestos, que lo único, tal vez, que los une es su indudable calidad. Tanto para expertos, como no tan expertos; con difiniciones diferentes.
R.G.Q.