“Del interior del mediterráneo nace la Garnatxa Blanca”
Tradición, modernidad, terroir, clima, variedades de uva autóctona, alma, personas… palabras usadas comunmente para definir una zona vinícola, pero es en la Terra Alta donde con mayúsculas configuran los elementos fundamentales para que una comarca vitivinícola reconocida provisionalmente en el año 1972 y que adquirió su independencia una década después esté a día de hoy de moda. Que sus vinos, sobre todo los elaborados con la variedad Garnacha Blanca estén muy considerados y que poco a poco se demanden fuera de su ámbito habitual como es Cataluña.
La D.O. Terra Alta es una de las 7 denominaciones de origen dentro de la comunidad autónoma catalana. La cultura de los vinos en estas tierras parte de tiempos inmemoriables, pero es a partir de los 90, cuando esta cultura se funde con una variedad de uva específica y autónoma: la Garnacha Blanca, aunque ya en el siglo XIX el escritor Juan Perucho y posteriormente el universal artista Pablo Picasso reconocían la grandeza de los vinos de la Terra Alta como “vírgenes y brisados”, (estos últimos obtenidos por la fermentación de uva blanca, entera y pisada).
Situada en el mediterráneo interior al sur de Cataluña, entre el río Ebro y frontera con tierras aragonesas, la D.O. Terra Alta comprende 12 municipios de la provincia de Tarragona. El predominio de las variedades garnacha blanca, garnacha negra y garnacha peluda es la seña de identidad de esta comarca vitivinícola.
La singularidad de los vinos de la D.O. Terra Alta se debe a su condición de “mediterráneo de interior”, de su terruño vinícola, el predominio de variedades tradicionales (garnacha) y la existencia de una cultura vitivinícola con identidad propia. Este vínculo es lo que hace grande a esta comarca vitivinícola.
Mención aparte nos encontramos con la garnacha blanca, por la cual en esta denominación de origen concede un distintivo propio; “Terra Alta Garnatxa Blanca”, reservado para los vinos blancos elaborados exclusivamente, cuando esta variedad de uva esté considerada como una añada excelente. Con este sello se reconoce un nivel de singularidad y calidad ofreciendo asi un producto exclusivo.
Su gente, aquellas personas que definen un pueblo está simbolizado posiblemente en la Cooperativa de Gandesa, construida por César Martinell, discípulo de Gaudí y que ahora con Pere Bové al frente están haciendo un trabajo muy acorde a la demanda de los grandes aficionados.
Joan Arrufí, presidente de la D.O. Terra Alta y su bodega Altavins. Un joven emprendedor, que buscó en los alrededores de su pueblo, concretamente en una nave el lugar idóneo para elaborar sus excelentes vinos. Joan Ángel Lliberia de Bodegas Edetária, Pilar Sanmartín de Bodegas Bárbara Forés o Ramón Roqueta Segura. Todos ellos son culpables de poner en valor una variedad de uva, su terruño y una calidad de vino incontestable.
A día de hoy Terra Alta da de comer a 200 viticultores que mantienen 1000 hectáreas de viñedos, pero como un sabio decía: “En la Terra Alta lo mejor está por llegar”.
R.G.Q.